ATARDECER JUNTO AL MAR
Luminosa la tarde y la mar,
limpia
la brisa de las seis.
A sorbos lentos,
el vino y las palabras.
Contemplábamos
cómo, al caer, el sol iba lamiendo
el vuelo de gaviotas y la cinta
blanca de las espumas
y en las rocas
las verdes cabelleras de los musgos.
Sucedió de repente.
A corazón
abierto alguien sacó junto a nosotros
contra la tarde su dolor oculto
y lo puso en la mesa
—servilleta arrugada entre los vasos—.
Dimos tiempo a su angustia, espacio a toda
la soledad sin mengua de su rostro,
cauces le abrimos para el tedio oscuro
que en su sangre corría.
Apuramos los vasos
y la tarde
se hizo amarga en la turbia frontera de la noche.
Las aguas silenciosas - Francisco Álvarez Velasco, Trea, 2007
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